» Comenzamos la ruta donde el barranco de la Tinaja se abre al Quiebrajano, con una brisa fresca, preludio de un otoño que no acaba de llegar. El castillo de Otíñar, que parece conversar con los paredones rojos de la cárcava sobre los que se recorta su imponente silueta, nos ve subir por la ladera, bajo un cielo salpicado de leves nubecillas blancas.
El bosque nos recibe en sus colores: el verde bronco de los pinares, las cornicabras con sus frutos rojos, los quejigos y los arces que empiezan a encenderse de amarillo, y el romero, confundido por este cálido octubre, que ofrece tímidamente algunas flores de pálido azul.
Ya de vuelta, nos demoramos subiendo al Castillo… desde la pequeña fortaleza medieval, elevada en su promontorio, la vista juega a recorrer el angosto valle por donde discurría el camino de Granada imaginando aquellos tiempos en que Jaén era tierra de frontera; contemplamos los espesos bosques, las montañas…y, hacia el norte, donde se abre el horizonte, la ciudad que nos espera, abrazada por su Sierra.»
Crónica: Carmen Cano
Fotografías: Ana López y Julio A. Béjar.

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